10.1.07

Una Ciudad Imaginaria

Lo que hay a continuación es una colaboración entre una estudiante de Arquitectura del Campus de la Universidad Pontificia de Salamanca en Madrid, Eulalia Alcázar, y un miembro del grupo Nexus 8 y estudiante de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la Universidad de Granada, Jsm.

El texto de Laly describe una ciudad imaginaria a imagen del libro "Las Ciudades Invisibles" de Italo Calvino. La ilustración de Jsm es la representación gráfica de dicho texto según su propia concepción.

Quizás alguna vez sentado en un remoto lugar oteando el horizonte la ves aparecer. Quiere confundirte y entonces... vuelves a mirar al cielo asegurándote que es ella.

Te giras para ver en que momento accediste, cual fue el camino que te adentro en ella, y sin embargo, no podrías describirlo, tus ojos buscan inquietos en medio de unas finas laminas de agua que se pierden allá, lejos, donde tu mirada encuentra el infinito. Te embarga una sensación de tranquilidad, descubres un susurro que te envuelve y al mirar tus pies te encuentras sobre una base cristalina transparente, que genera ondas con cada uno de tus movimientos, pequeñas al levantar tu pie y de mayor amplitud cuando saltas para entender que pasa.
Ella ya sabe que estás ahí...

Aún no has terminado de entender lo que ocurre cuando al alba asoma el primer rayo de luz, al levantar la cabeza una línea amarilla dirige tu mirada hacia un trocito de sector circular que brilla al lado de la casa de aquel matemático que, sorprendido ante semejante visión, decidió quedarse para perfeccionar su fórmula que explica el tiempo que tardan las centellas luminosas en volver a su lugar de procedencia cuando se reflejan en la ciudad.
Comienza un nuevo día, que nos cuenta miles de historias, cada una de las cuales conforman un espacio, un lugar donde cada persona vive, trabaja, sueña...
Estas en medio de ese lugar, empiezas a caminar dejándote guiar por un impulso curioso. La claridad de tu llegada se convierte en luminosidad arrolladora a medida que pasa el tiempo y te descubre una imagen que no habías observado.

De pronto te fijas en que las ondas que produce tu caminar interaccionan con otras de forma sutil y estudiada. No estas solo, a tu alrededor otros reciben la suave brisa que se mezcla con vuestro entorno y que al llegar al edificio que dejasteis atrás parece ascender levemente, como si con su recorrido quisiese acompañar el trayecto del sol ascendente.

En ese momento una joven ataviada con una bata blanca coloca un caballete unos metros mas delante de donde te encuentras, quieres averiguar que hace allí, entre tanta gente. A medida que avanzas escuchas un murmullo que crece.

En el lienzo hay mil colores envueltos por planos brillantes dispuestos de tal forma que podrías pasar a través de ellos para encontrar quizás los farolillos de color que producen semejante imagen.

Pero es justo eso lo que se enmarca tras la pintura, la gente que escuchabas, las luces de colores en las paredes, el cuadro no es más que un reflejo en cada pared que asoma a ese lugar mágico. Nunca habías visto nada igual.

La joven pintora te observa, sabe que eres nuevo por la expresión de tu cara al observar su lugar favorito, y se recuerda a si misma cuando hace poco descubrió con la misma ilusión ese espectáculo.

Con cada segundo que pasa las luces van perdiendo intensidad, desapareciendo por los rincones, y de vez en cuando algunas personas pasan delante de donde te encuentras absorto. Pero, desde hace un rato hay una lucecita quieta justo enfrente de ti.

Te intriga saber que pasará si te acercas a ella, si se perderá como las demás o te dejará que la observes. Quiere que la mires pues el puntito que veías desde lejos va tomando forma con cada metro que te acercas, negro al principio, celeste, grisáceo… hasta que a tres centímetros de la pared distingues la silueta de tu jersey azul. Tú eras ese punto, es tu reflejo.

Lo que tu cabeza aún no conoce lo encuentran tus manos cuando al entrar en contacto con ese material grisáceo sienten el frío que ha dejado en sombra aquella forma de allí. Pegas la cara junto a tu mano intentando predecir un sonido, una sensación.

Frío, inmensidad, esa forma sobre la que descansa tu cara es un edificio alto que encuentra su final donde las nubes mas bajas contemplan la tierra.

No conoces ese material fascinador a través del cual se proyectan el agua y el aire, el frío y el calor. Constatas su solidez con el tacto, las líneas finas y esbeltas que delimitan los planos con las que cada forma se nos descubre en medio de un ámbito casi mágico, casi real.
A tu alrededor otros más bajos y alargados, cúbicos, rectangulares, picudos… un muestrario de estructuras y figuras inmunes al paso del tiempo, pues en un viaje fugaz con tu imaginación las has vislumbrado un milenio después tan elegantes como ahora.

Los caminos se fugan en el lugar al que llaman firmamento y en la línea de horizonte está la barandilla desde la cual el acantilado ruge bajo la serenidad que nos sustenta.

Ahora ya sabes que estás allí, el tiempo se ha detenido en un instante eterno que te ha dejado conocer la ciudad de Oxímoron, la ciudad de los reflejos, tuya y suya, donde se descubren oscuros deslumbrantes al aparecer sobre la ciudad la luna.

Al echar un ultimo vistazo, sabes que estás entre aquella nebulosa, entre esa forma sin nombre… sentado, oteando el horizonte.

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